miércoles, 1 de noviembre de 2023

EL ULTIMO PASO

 EL ULTIMO PASO

¿De quién era aquel cortejo fúnebre?

Posiblemente nunca lo sepa, pero al igual que muchos, por las calles de una populosa ciudad les acompañaba en un día aciago. Eran todos compañeros de profesión, conduciendo sus vehículos sin dignarse ninguno de ellos a llevarme.

El automóvil donde yo debía conducirme se había adelantado unas dos cuadras, y por más que corría con todas mis fuerzas, esperando alcanzarlo en algún semáforo, este siempre cambiaba de luz en el momento preciso sin que pudiera atraparlo.

Las puertas del cementerio no tardaron en aparecer.

¡Oh lugar más extraño, una necrópolis como jamás vi otra en todos mis días de pecador!

Si hubiera visto en sus puertas la frase, “perded toda esperanza los que entráis”, no me habría sorprendido más que ver las letras oscuras en una terminal de trenes anunciando los destinos en cada andén.

Un pantano de aguas verdosas y profundas nos dio la bienvenida, a un túnel rectangular de paredes petrificadas y húmedas. Había del izquierdo un único camino, donde una raíz perdida del árbol de la vida se movía a voluntad propia como un tentáculo gigante.

Y allá se adentraron los veloces cargadores del extraño ataúd, con sus trajes oscuros y su ridículo porte aristocrático, siempre de prisa, siempre delante mío sin que pudiera ver sus rostros.

La voz que siempre me despierta a las tres de la madrugada susurró en mi oído con sus graves arpegios:

“El Hades sabe que estáis aquí, caminad con cuidado sobre todo en el tramo final.”

No habría prestado atención a la advertencia -ya saben los que me conocen que todo el tiempo oigo voces y casi nunca hago lo que piden- de no ser porque con su dedo bulboso me señaló una serpiente escondida en las raíces de los árboles que sostenían el techo del recinto. No era muy grande, pero sí extremadamente venenosa, color beige y su cabeza como flecha apuntándome al corazón.

¿Me apuñalarían sus colmillos si trataba de pasar? ¿Debía regresar?

El cortejo avanzaba y debía alcanzarlos. tomé una raíz seca y la golpeé fuertemente; la víbora cayó en el agua y se alejó nadando sin haber sufrido en apariencia daño alguno. Pero no era la única culebra; ¡el recinto estaba infestado de ellas, todas escondidas tras las raíces que como venas se esparcían por la cavidad mortecina del recinto!

¡Tenía miedo, pero continué avanzando, golpeando serpientes y esquivando letales mordeduras! era necesario alcanzar aquel extraño cortejo que parecía siempre estar un paso delante de mí.

No tardé en darles caza, pero estaban por cruzar el enrejado que les permitiría salir del recinto cenagoso y llegar al sitio del entierro.

¿No era el último tramo el más peligroso? ¿Lo habían pasado ellos o aún les faltaba? Yo golpeaba réptiles en una batalla agónica donde más que mi vida imperaba la extraña necesidad de alcanzar aquel cortejo fúnebre que, de pie esperaba el oportuno segundo para llevar el ataúd a su última morada.

La puerta se abrió chirriando tristemente... ¡y ellos se dispusieron a cruzar el umbral de las puertas de la muerte!

 

—Miguelan 2020 (El Libro de los sueños)

EL ULTIMO PASO MUNDOS DE TINTA 7811


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