viernes, 13 de septiembre de 2024

EXTRAÑO BOCADILLO

 La tarde se desvanecía con esa luz tenue que precede a la noche, cuando el sol ya se ha puesto pero aún
hay suficiente claridad para distinguir lo que me rodea. El cielo, gris y amenazante, presagiaba una tormenta inminente.

Estaba en la casa de unos conocidos, personas con las que comparto ocasionalmente, sin llegar a entablar una real amistad. No, tampoco es que sea hipócrita, es solo que después de los eventos del año pasado que todos ustedes conocen; se me hace difícil llamar amigo a cualquier persona.

Todo parecía transcurrir con normalidad. Las conversaciones fluían, y yo participaba en ellas, como si nada fuera diferente. Respondía preguntas, hacía comentarios, incluso bromeaba un poco.

No obstante,  había algo en el aire, una ligera incomodidad, una sensación apenas perceptible de que algo no estaba bien.

Entonces bajé la mirada, y lo vi. En mi mano izquierda sostenía… ¡una mano humana!

¡Una mano, cercenada desde la muñeca, con las uñas sucias y ennegrecidas!

A la mano le faltaba un dedo, mismo que  yo, sin siquiera darme cuenta hasta ese momento, estaba masticando, como si de un crocante bocadillo se tratase.

El horror me golpeó de repente. ¿Cómo llegué a esto? Un nudo de repulsión y miedo se formó en mi estómago.

Escupí y apreté la mano sin pensar, y al hacerlo, sentí cómo algunos tendones se contraían, haciendo que los dedos se movieran de forma espasmódica.

¡Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo!

Miré a mi alrededor, esperando que alguien me estuviera observando, pero todos seguían hablando como si nada, completamente ajenos a lo que yo estaba haciendo.

La urgencia por deshacerme de esa abominación creció dentro de mí. ¡No podía permitir que alguien me viera con esa mano! ¡No podía quedarme ni un segundo más con ella!

Me disculpe con mis vecinos y salí de la casa, intentando mantener la calma, pero por dentro estaba desesperado.

Las nubes se arremolinaban en el cielo, cada vez más oscuras, y sabía que la tormenta no tardaría en desatarse.

Mientras caminaba, vi un pequeño cafetal detrás de la casa. Pensé en arrojar la mano ahí, entre las plantas, pero de inmediato deseché la idea. “No, alguien podría encontrarla”, pensé con pánico. “¿Y luego qué dirán? ¿De dónde la saqué?”

Mi mente buscaba frenéticamente una solución. Entonces recordé la vieja fosa séptica que había detrás de la casa, un lugar tan oscuro y repulsivo como el acto que acababa de cometer. “Ahí... ahí es donde nadie la encontrará”, me dije, intentando tranquilizarme.

Corrí hacia la fosa, sintiendo las primeras gotas frías de la tormenta que comenzaba a caer. Me incliné sobre el borde, el viento azotando mi rostro, y con un movimiento rápido, solté la mano en el oscuro abismo.

 —Miguelan. (Sep. 2024)

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