No espero que creáis nada de lo que os cuento, ni mucho
menos que alguno lo comprenda.
¡Yo mismo no sé qué hacía en ese lugar!
Tampoco recuerdo si alguien me hubiera invitado.
El vino nuevo se servía sin racanería en rústicos
tazones de barro cocido.
Setenta y tres comensales desconocidos, comían y bebían
con avidez en aquella oscura cavidad
iluminados a penas por incontables velas colocadas sobre largas y
desnudas mesas de madera.
<< ¡Esto es inaudito! >>
¿Cómo alguien iba a casarse y no tener el cuidado de
ponerle manteles a las mesas de los convidados?
Los novios brindaban deseosos que el jolgorio
terminara, para comenzar su fiesta en la intimidad.
El maestre sala aguaba el vino; y entre los múltiples
fogonazos de la grasa que se incendiaba en los braseros, los cocineros asaban
sendos trozos de carnes selectas y costillares aun sangrantes.
— ¡eh tú! —Me señalo el maestre sala— ¿no deberías
estar tomando las fotografías?
Así que aquella debía ser la razón por la que estaba en
ese lugar, por mis habilidades inigualables en la captura de la luz.
Preparé mi cámara y espere con paciencia felina el
momento preciso en las afueras del pozo.
¡Esperad un momento!
¿Aquella boda estaba celebrándose en el fondo de un
pozo seco?
¡Ahora mismo, al igual que ustedes estoy más
desconcertado que al principio!
Pero, al trabajo primero y las explicaciones después.
(Si es que las hay)
Ley de los tercios… listo.
Líneas de convergencia… en su punto.
Proporción aurea… inmejorable.
Por un instante recordé a mi viejo y sabio maestro de
Cuilapa, el cual hacía mucho tiempo había sido abducido y traspuesto a otra
parte del universo, por ser la tierra un lugar indigno para él.
Todo estaba listo, solo faltaba la novia, la cual poco
a poco fue emergiendo de las profundidades de la tierra.
—Miguelan (El libro de los sueños 2023)
#Elcuadernodemiguelan
Dibujo por Sismay Granados
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