viernes, 8 de diciembre de 2023

EL LOBO NEGRO

 EL LOBO NEGRO.

– ¿Qué pasa aquí? –pregunté a la enfermera que ocultaba su pereza tras un viejo vidrio.

Ella, me señaló con la vista una mesa de madera vieja, con las orillas mordidas por el descuido y el paso de los años donde reposaban, muchos papeles.

– ¡Llevo horas esperando! me llamaron, pero aún no me han atendido, no veo por qué, si el consultorio está vacío.

No se lo dije de mala manera, sino más bien en tono de súplica encarecida.

Después de esperar mi turno por mucho rato y pelear con los vivianes que querían meterse antes en la fila, ¡al fin me habían llamado, pero la enfermera no me pasaba!

Hacía días que tenía un dolor en el pecho, algo así como unos cólicos…

—Disculpe señor –me dijo la enfermera- la doctora esta ahora pasando por un mal momento, después de todo ellos también son humanos como nosotros, y giró la cabeza señalándome un cuartito apenas iluminado.

En él, la doctora lloraba desconsoladamente porque su paciente anterior a mi había muerto. Al parecer era un judío pálido de brazos peludos que había luchado hasta el final por mantenerse vivo, su cuerpo estaba totalmente consumido y lleno de operaciones, me pareció bastante viejo.

— ¡Vaya cosa! –Pensé – como si fuera el primer paciente que muere, estos médicos deberían estar acostumbrados a ver sucumbir a las personas.

La doctora seguía abrazada sobre el cadáver, llorando, y yo sintiendo vergüenza ajena por ella.

Hasta allí todo parecía bastante normal, de no ser por aquella extraña voz que parecía burlarse de ella desde ultratumba.

—Yo, tengo el poder…

<< ¿Quién rayos tenía el poder?>> —pensé de nuevo sin que aquella voz me asustara.

— ¡Vosotros sois una triste parodia… el poder es mío!

<< ¿Quién hablaba? >> Vi hacia todos lados; pero la voz parecía salir del aire, de todas partes.

Yo seguía observando el triste cuadro, más preocupado porque me atendieran…

De pronto, vi sobre la cama donde estaba el judío errante, un túnel de nubes muy oscuras, parecidas a las de las tormentas al atardecer, y en él una sencilla escalera de caracol que ascendía hasta perderse en un extraño resplandor, como si un relámpago se hubiera quedado detenido.

Subía por la escalera un gigantesco lobo negro de pelaje hirsuto, a punto de desaparecer entre la niebla.

—Amigo, por favor disculpa –le dije-

El espectro se detuvo y giró lentamente su enorme cabeza hacia mí, sus ojos como dos llamas que ardían con furia, se clavaron en los míos.

—El poder y la vida –le dije con suavidad- proceden del Eterno, tanto tu como yo somos esclavos de su voluntad.

— ¿Quién eres que me hablas? ¿Un simple mortal asemejándose a un dios? ¡Podría fácilmente despedazarte! —respondió con la misma voz profunda y grave que antes había oído.

—Podrías… si esa fuera Su voluntad, quizás lo hagas cuando llegue mi momento, entonces, ni tú ni yo podremos hacer otra cosa sino someternos...

—El Wargo, guardo silencio; continuó mirándome unos cuatro segundos más y sin decir más siguió subiendo sin prisa por la escalera de caracol.

Una mano se posó sobre mi hombro, regresándome a la realidad; era la doctora, con lágrimas aun en sus mejillas, pero una sonrisa dulce y sincera me dijo: “tú sigues”

 

—Miguelan.

LOBO NEGRO OLEO IMPASTO PALETA ESPATULA


No hay comentarios:

Publicar un comentario